sábado, 25 de julio de 2009

En la calle cuando amanece

Imaginé:
Un rayo de sol que hizo estallar la tapa de algún cerebro
Una nube errante que juguetea con un vidrio empañado.
Una canción que fusiona con el delirio.
Un misterio que de misterio devino en enigma.
Un cristal que refleja lo que no existe.
Un camino extenso sin retorno.
Un sentimiento que divaga en el mar.
Una estrella que brilla hasta las 6 de la mañana.
Un puñado de flores psicodélicas que dan vueltas.

Ví:
Un viaje que no tiene fecha ni pasaje.
Una botella rota al costado de algún cordón.
Unos ojos que nadan dentro de una pecera de licor.
Un vagabundo y un panadero que se dan la mano.
Un canillita que revolea periódicos.
Una calle cansada de que la transiten
Un hombre que besa un poste de luz.
Una mujer que llora lagrimas de cocodrilo.
Un perro que hociquea un tacho.

miércoles, 1 de julio de 2009

El virus del miedo

Las epidemias tienen efectos tan contagiosos y dramáticos sobre la mente como sobre el cuerpo. El temor arcaico que producen hace reaccionar a las personas y a las sociedades como chicos asustados. El pensamiento mágico reemplaza a la razón y todos confiamos en el milagro que llegará por vía de los mayores, de los médicos, de los dioses o de las autoridades, que simbolizan lo mismo. las sociedades infantilizadas por el miedo tienen la urgencia de señalar a un culpable. Y el culpable siempre es el que piensa distinto, el diferente, el extranjero o el adversario.
Hipótesis conspirativas de cabotaje que abarrotaron las casillas de entrada del correo electrónico desde el principio de esta epidemia aseguraban primero que el tal virus no existía y que el divulgador de la alarmante noticia era Donald Rumsfeld, accionista principal del laboratorio que elabora el fármaco oseltamivir (Tamiflu), En paralelo con la curva ascendente de casos y muertes confirmados en México, la versión conspirativa cambió por “la creación de un nuevo virus en laboratorio, como fue la del VIH, con el objetivo de devastar a la población mundial”
Pese a la dinámica cíclica que desde hace por lo menos cinco años hacía previsible la pandemia actual, los medios nacionales despliegan hipótesis persecutorias tan disparatadas que si no fuera por el contexto en que se publican deberían merecer la atención de especialistas en psicosis paranoides. No sólo acá sino en todo el mundo las cifras oficiales son inferiores o están retrasadas con respecto a las verdaderas.
No es extraño que los políticos y los periodistas, que sobre microbiología lo desconocen todo, aventuren cualquier origen y cualquier desenlace para esta epidemia y traten de capitalizarla para confirmar sus intereses o sus ideas. Tampoco es raro que la gente asustada espere de las autoridades el milagro de aislar al país de la pandemia, de detener el aumento de casos o disminuir la mortalidad del virus

Nota Extraída de Página 12